MOVIMIENTOS SOCIALES Y CRIANZA

Como madre de 5 criaturas homeschoolers, feminista, activista en torno al mundo de la educación y la maternidad, inconformista de nacimiento y profesional del mundo de lo social… tengo una imagen muy idealizada de lo que podrían ser los movimientos sociales y una triste visión de lo que en realidad son.

Los movimientos sociales nacen siempre de una necesidad de cambio, generalmente con un gran impulso inicial y un posterior desenlace, o acomodamiento a la realidad circundante. No en vano, pretender generar el cambio en una sociedad caracterizada por su visible control social desde la infancia, con tendencia al sometimiento, es tarea harto difícil. Sobrevivir a la etapa de la escolarización obligatoria manteniendo un mínimo de espíritu crítico es ya todo un logro, pretender ejercerlo en grupo es toda una hazaña.


Pero ocurre, y a veces se dan los movimientos sociales que siguen al hartazgo, al “basta ya”. Y ocurre que son personas quienes los forman, personas con experiencias vitales, con etapas, con sus propias mochilas, y con sus propias necesidades personales. También niños y niñas, por supuesto, en la medida en que sus progenitores forman parte del movimiento, ellos también lo forman. Desgraciadamente no siempre con voz y voto.


Llegados a este punto, me pregunto, ¿qué puede esperar una madre como yo de un movimiento social?. Más allá de lo obvio, que bajo mi punto de vista sería un cambio real en la sociedad que nos rodea, lo que yo esperaría de un movimiento social es la sensibilidad suficiente para ejercer de tribu. ¿De qué sirve pretender otra cosa, si al olvidarnos de proteger a la infancia estamos reproduciendo el mismo sistema ciego y opresor?.


Después de más de 16 años siendo madre, he pasado ya por diferentes etapas y he experimentado lo que supone vivirlo en soledad, sin apoyo, sin red. Sin duda la experiencia me ha hecho más fuerte, pero también más individualista, que al final es lo que el sistema capitalista persigue. Ser mujer, además, me ha obligado a demostrar constantemente que podía hacerlo, aunque el coste haya sido restar años de vida a mi cómputo global.


Y ahora, mirando con la perspectiva que te dan los años, me reafirmo en la necesidad de tribu, cuidarnos unas a otras durante la primera etapa de la crianza es vital. Que te puedan traer la comida preparada en pleno puerperio es un regalo, pero tener una mujer que te mire a los ojos y te transmita que entiende por lo que estás pasando, puede ser la diferencia entre la locura y la cordura.


Sin embargo, sin movimiento social, sin tribu y sin mujeres-madres a mi alrededor he sobrevivido, más allá del precio pagado, pero sigo necesitando ese movimiento de sostén real. Ya no lo quiero para que me mire a los ojos, llega tarde; ni para que me ofrezca apoyo en el progresivo despertar de mis hijos hacia el mundo exterior, encontré alternativas; ni siquiera para poder ejercer mi activismo. Ahora mismo el movimiento social de sostén que necesito como si me faltara el aire, tiene que tener la capacidad suficiente para proteger a mis hijas allá donde yo no llego. Necesito un movimiento social feminista capaz de devorar al patriarcado y a cualquiera de sus representantes. Necesito saber que mis hijas tienen otras mujeres a parte de su madre, que están en alerta y preparadas para atacar si hiciera falta.


Necesito más que nunca romper los hilos de internet y empezar a tejer redes reales, físicas, estables, centradas en objetivos palpables, actuales y urgentes. Empezando desde la primera infancia, sí, pero protegiendo a las niñas que devienen mujer y que necesitan nuevos referentes.


Como decía, el acompañamiento en la primera etapa de la crianza llega tarde para mi, pero lo deseo sin duda para el resto de mujeres. La mirada respetuosa a la infancia que he exigido para mis hijos y que he logrado tomando decisiones duras y poco convencionales, la deseo para todas las niñas y niños sin necesidad de renuncias. La crianza con apego y presencia que he podido ofrecer y disfrutar sin renunciar a mis inquietudes profesionales, o de activismo, (aunque me ha supuesto varios fracasos a nivel sentimental), responde a un ejercicio de malabarismo que ojalá no fuera de ejercicio obligatorio para todas las madres. 


Pero.. ¿y ahora?, ahora me faltan herramientas para el siguiente nivel de la crianza, y es tiempo de que la sociedad en movimiento ejerza su espíritu crítico.





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