La acción socioeducativa en contextos de privación de libertad. Educación creadora.

Según el Ministerio del Interior, en España “los centros penitenciarios, (...) responden a la doble función de lugar de custodia y espacio favorecedor de la rehabilitación. Están configurados, pues, para ser instrumentos eficaces para la educación y reinserción de los internos, al tiempo que garantizan su seguridad y el cumplimiento de las penas” (Instituciónpenitenciaria.es).
 
Del mismo modo, el Ministerio asegura en su página web que “el tiempo en prisión ha de servir para reeducar, reinsertar y preparar para la vuelta en libertad. En la vida de los establecimientos penitenciarios tienen lugar una serie de actividades que, de una forma u otra, facilitan y complementan el proceso de tratamiento. Los establecimientos penitenciarios deben ser un espacio donde el interno encuentre motivaciones en positivo para su futuro retorno a una vida en libertad. Habrá de ser un lugar donde adquiera nuevos valores, donde aprenda sobre el respeto que debe a los demás y que le deben a su vez los otros, y donde halle las sendas adecuadas por las que conducir su vida, y a través de las cuales regresar a la sociedad”.
 
Existen dudas sustanciales sobre la rehabilitación efectiva de los presos y su reinserción en la sociedad, si bien es cierto que se llevan a cabo actividades más o menos educativas en el entorno de privación de libertad. Y en relación a estas actividades se desarrolla nuestra propuesta, basada en la implementación de la Educación Creadora en instituciones penitenciarias.
 
Arno Stern, nacido en Kassel (Alemania), en 1924 recibió el encargo tras la guerra de entretener a un grupo de menores huérfanos en un orfanato. Se dispuso a hacerlo a través del dibujo y la pintura. Su experiencia durante esos años le llevó a plantearse interrogantes sobre el dibujo en la infancia y a investigarlo mediante la observación en diferentes poblaciones aisladas donde no hubiera llegado la escolarización, y con ella los modelos aprendidos. De este trabajo nace la Formulación.
 
Posteriormente, en base a los conocimientos adquiridos, abrió en París su taller “Le Closlieu”, cuyo nombre significa “Lugar protegido”, que se convertirá en el espacio donde se materializa la Educación creadora.
 
Entre los fundamentos de la Educación Creadora encontramos la búsqueda de equilibrio entre lo colectivo y lo personal, conjugando el uso de espacios compartidos con la capacidad de introspección del ser humano, capaz de concentrarse sobre sí mismo y sus necesidades ignoradas .
 
A nivel práctico, se trata de un espacio funcional y sorprendentemente sencillo, diáfano, sin ventanas, las paredes harán las veces de caballete y el  material sobre el que pintar será sujetado a la pared con chinchetas. En el centro de la habitación se coloca una paleta de colores común, convirtiéndose así en el punto de reunión.
 
 
El grupo que se forma es fundamentalmente heterogéneo, poniendo en relieve la diversidad y la diferencia y facilitando a su vez que las comparaciones carezcan de sentido, por lo que se elimina la competitividad.
 
No existen las expectativas, nadie espera nada de nadie, por lo que todos pueden mostrarse como son sin necesidad de crear máscaras. No hay instrucciones, no se impone ningún tema, no se comenta el trabajo de los demás. Nadie es juzgado.
 
Obviamente se generan unas reglas del juego, y es el educador quien se encarga de custodiarlas ejerciendo un rol muy particular, el de servir a modo de asistente, atendiendo a las demandas concretas. “Este papel es incompatible con la idea misma de la enseñanza, es lo contrario de la función de un maestro que transmite conocimientos y que ocupa una posición directiva” (Stern, A. 2016). El educador “no enseña, no acelera ni retarda procesos, ni roba descubrimientos. Ni conduce a nadie lejos de sus intereses. Sabe respetar el ritmo de cada uno.” (Castro, J.M. 1997)
 
El funcionamiento dentro del espacio también es simple. Cada participante tiene su hoja, todas son de la misma calidad y el mismo tamaño. Como decíamos se sujetan en la pared con cuatro chinchetas y si el dibujo lo requiere pueden ir añadiéndose papeles hacia cualquiera de los lados ampliando el espacio de trabajo hasta un límite, el que ocupa el compañero, a partir de ese límite se irán sustituyendo las hojas completadas por otras nuevas de manera infinita hasta que el participante dé por terminada la obra, pudiendo así trabajar en un mismo dibujo durante meses.
 
Cuando se acaba el tiempo del taller, las hojas se recogen y se conservan en el espacio, o se archivan si han sido finalizadas, pero nunca se las lleva su autor puesto que no han sido creadas para ser expuestas, no precisan la aprobación o valoración de nadie externo al propio autor.
 
En la siguiente sesión el educador colocará las hojas de nuevo en el punto donde quedaran la última vez. Preparará de nuevo las pinturas en la paleta común y a partir de ese momento atiende las demandas de los participantes, que pueden variar desde la solicitud de una nueva hoja, la reposición de un color agotado, la petición de una escalera para alcanzar a la parte superior del dibujo, la necesidad de que le limpien el pincel, o que le recojan la gota que se desliza por la hoja a consecuencia de un pincel demasiado cargado de agua. La herramienta del educador es un cuchillo sin filo que igual usa para retirar chinchetas como recoger las gotas que caen.
 
Ahora traslademos esta idea al entorno penitenciario. Tengamos en cuenta que hablamos de personas privadas de libertad, en una situación de obligatoriedad, sufriendo la presonización, “proceso por el cual la persona interna en un centro penitenciario se adapta de manera más o menos progresiva al sistema carcelario” (TransFORMAS). Personas que han sido juzgadas y que arrastran una trayectoria de estigmatización. Probablemente con baja autoestima, y carencia de función responsabilizadora, todo ello consecuencia del periodo de internamiento.
 
Como agentes de la educación, nuestra misión debe ser “convertir el espacio social del centro penitenciario en un espacio participativo y dinámico (comunidad educadora), con el objetivo de enriquecer la vida de sus integrantes mediante el aprendizaje y el intercambio” (Boó, E. y Martínez, J. 2018).
 
Pero, ¿qué aprendizajes deseamos fomentar?, cuando hablamos de educación, no estamos hablando de transmisión de contenidos académicos, ni de instrucción. Estamos hablando de acompañar al educando en el proceso de responsabilizarse de su propio aprendizaje, reforzando la autoestima y eliminando la etiqueta.  
 
Entonces, ¿es posible educar a un adulto?, por supuesto, en la medida en que puede re-conocer (volver a conocer) sus potencialidades y desarrollar facultades morales y afectivas. Se produce el aprendizaje porque “es un hecho completamente natural que el ser humano aprenda, ya que tiene la capacidad y las herramientas necesarias para hacerlo” (Urrutia, M.) Y, ¿es posible educar en un entorno penitenciario?, sin lugar a dudas, en la medida en que se logre alcanzar la voluntariedad del sujeto.
 
¿Cualquier interno podría participar en esta actividad?, al margen de las limitaciones de seguridad en relación al régimen asignado, y ciñéndonos estrictamente a la capacidad del sujeto, si, cualquier interno podría participar y enriquecerse en el proceso si consideramos “el arte como herramienta para conseguir metas que no tienen relación directa con el producto artístico” (Aragay, J. 2017).
 
Y, ¿cualquier educador podría ejercer el rol de asistente? tal vez no. Muy probablemente se requiera de un trabajo personal profundo. “Es segur que, a banda de la màgia de l’experiència artística, de les pedagogies que tenen en compte els interessos i les necessitats dels participants, o de la sensibilitat i els principis d’aquells artistes polititzats, les respostes a aquestes preguntes ens porten irremeiablement a la formació crítica dels professionals perquè aquests puguin fer front a la complexitat específica de l’entorn social” (Aragay, J. 2017).
 
Así pues, con la propuesta de implementar la Educación Creadora en una situación de privación de libertad, donde predomina el “control de todos y cada uno de los aspectos de la vida de los internos” (TransFORMAS),  pretendemos que los participantes lleven a cabo una actividad basada en la no directividad y la ausencia de juicios, donde van a ser acompañados y asistidos, fomentando el valor de la motivación intrínseca frente a los premios y castigos. Se pretende ofrecer un espacio de encuentro consigo mismos al tiempo que compartido, donde el objetivo sea “dibujar en un papel blanco libremente, jugando sin finalidad alguna, por placer” (Castro, M.).
 
Los beneficios directos de esta actividad, son el descubrimiento de que existen otras formas de relacionarse en el espacio, sin comparaciones, sin etiquetas, sin competitividad, donde no es necesaria la figura de la autoridad y el juicio se hace inexistente, facilitando de ese modo que se pierda el miedo a improvisar, a ser uno mismo.
 
La improvisación nos permite trabajar el concepto de incertidumbre, que, junto al resto de aprendizajes transversales, se convierten en vitales una vez traspasada la puerta del complejo penitenciario.
 
Centro Diraya
  
BIBLIOGRAFÍA
  • Ministerio del Interior. http://institucionpenitenciaria.es
  • Diraya Expresión. http://dirayaexpresion.es/
  • Castro, J.M. Introducción a la Semiología de la Expresión I y II. Comunidad Educativa, 241 y 242, abril y mayo 1997.
  • Stern, A. Del dibujo infantil a la semiología de la expresión. Ed. Samaruc, 2016.
  • Valverde, J. La cárcel y sus consecuencias: la intervención sobre la conducta desadaptada. Ed. Popular, 1991.
  • Pié, A. (coord.). Justicia, conflicto y educación social. Editorial UOC, 2018.
  • Aragay, J. Les arts comunitàries des de l’educació social. L’experiència Basket Beat. Ed. Neret, 2017.
 

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