Altas Capacidades o Meritocracia

Estaremos todos de acuerdo en que no hay progenitor al que no se le escape una sonrisa cuando escucha que su hijo es inteligente. La inteligencia está bien valorada, es una herramienta que te facilita la consecución de objetivos a corto plazo y la promesa de un nivel de vida deseable en el futuro. Pero también se pusieron muchas esperanzas en las carreras universitarias y aquí estamos.

Ser inteligente está bien. Tener altas capacidades es otra cosa.

Los detractores dirán que corresponde a una nueva etiqueta sacada de la manga para alimentar la meritocracia y justificar las desigualdades sociales en unos juegos del hambre de capaces contra mediocres. Tal vez. Posiblemente la tendencia competitiva de la sociedad actual nos lleva a clasificar potencialidades como filtro de entrada. A lo peor el sistema educativo requiere de peones clasificados con pos-its de colores. Aquí neurodivergentes, aquí neuronormativos, aquí movilidad reducida, aquí disruptores del clima. Aquí la reina, que representa el CI más alto.

No le falta razón a los detractores, habría que quemar el sistema y atender únicamente a la necesidad real de la infancia que sufre. Si sufre por el sistema, ya lo hemos quemado. Si hay algo más, seamos escucha activa.

Las altas capacidades no son sólo aquello que pone en la parte baja de la evaluación de un test, es también un modo de procesar la información, no sólo académica, sino vital, y que muchas veces requiere de una madurez que no acompaña al estado evolutivo de la persona etiquetada.

Que la evaluación positiva venga asociada a una promesa de futuro pintada de purpurina no cambiará las noches en vela, los pensamientos en bucle, las preguntas en cadena, los interrogantes sin respuesta, la adolescencia precoz y presumiblemente conflictiva, las dificultades sociales, el sentimiento de perro verde…

A veces ese progenitor que sonreía al inicio y que rechaza las etiquetas más que nadie, sólo da palos de ciego para atender un sufrimiento que sólo conoce quien lo vive. A veces una etiqueta te abre una puerta que necesitas atravesar para encontrar las respuestas.